12 de mayo de 2008

Desaparecen las abejas, surgen los problemas

Como me quedó la sensación de que la información que había publicado la vez pasada en relación al Síndrome de Desaparición de Colmenas era insuficiente, decidí publicar una investigación que realicé hace dos semanas (apróximadamente) en relación al tema.



Las abejas son las encargadas de proveer el suministro alimentario mundial, por lo que cualquier causa que afecte su existencia limitará severamente la cantidad de alimentos disponibles para la gente. La importancia de estos ángeles de la agricultura es fundamental: su función es probar el néctar de las flores y, al hacerlo, permitir que el polen pase de una flor a otra, lo que

favorece la fertilización y hace que la fruta crezca.

Durante los últimos años, un fenómeno extraño ha azotado a varios países: la desaparición de abejas. Dicho suceso fue bautizado con el nombre de Síndrome de Despoblamiento o de Desabejamiento de Colmenas o Trastorno del Colapso de las Colonias (CCD). Sea cual fuere su nombre, es grave: se produce una paulatina desaparición de las abejas obreras, sin las cuales la colmena no puede sobrevivir y acaba muriendo de inanición.

Entre los lugares afectados se encuentran España, Francia, el norte de Italia, Estados Unidos, México y Brasil. Según informes de SADA (Sociedad Argentina de Apicultores) no se registró tal fenómeno en nuestro país. Sin embargo, como afirma Roberto Imberti, su secretario, “se trabaja sobre algo que acá no existe y tampoco es previsible. Aún así, hay un adoctrinamiento de los inspectores para que estén atentos a determinados indicios, pero como no se detectó nada es muy difícil hacer prevención en algo que acá no existe.” Pero están alertas.

El veterinario Mariano Bacci realizó una investigación sobre el Síndrome de Despoblamiento de Colmenas, en el marco del Programa de Control de Enfermedades de las Abejas de
Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA). Allí afirma: “Numerosas y variadas teorías no permitieron hasta el momento encontrar una causa concreta y fundada a la cual atribuirle este suceso. Entre ellas se encuentran: el virus israelí de la parálisis aguda, altos niveles de infestación con varroa, el efecto tóxico de ciertos pesticidas, la acción de radiaciones provocadas por la telefonía celular, el aumento de la incidencia de rayos ultravioletas, libaciones en cultivos genéticamente modificados, afecciones por nosema ceranae", entre otras.


Pese a que diversos estudios demuestran como principal culpable al nosema ceranae, un parásito intestinal que provoca una enfermedad conocida como varroa o varroasis, en donde el ácaro se alimenta de la sangre de la propia abeja, Imberti afirma que “nadie sabe lo que está pasando, porque cuando los científicos hablan de síndrome quiere decir que no tienen la menor idea de lo que sucede.”

“Durante un congreso celebrado en 2007, -dice Bacci- asistí a la mesa técnica organizada por la Comisión de Sanidad de Apimondia (…) y allí, El Dr. Jeff Pettis, investigador del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) (…) describió el cuadro encontrado en las colmenas afectadas: reservas de polen y miel intactas, cuadros con cría, unas pocas abejas con su reina y muy pocas o ninguna abeja muerta en la colmena. A partir de todas las investigaciones realizadas en su país concluye que el síndrome es multifactorial y se desencadenaría a partir del estrés causado en las colmenas por acción del ácaro varroa cuando no es controlado correctamente en tiempo y forma; por problemas nutricionales al no prever reservas suficientes, tanto energéticas como proteicas (escaso polen o mala calidad); y por causas ambientales, considerando la aplicación creciente de pesticidas y herbicidas en los cultivos cercanos a asentamientos de colmenas. Estas causas de estrés serían el inicio del síndrome al generar un estado de vulnerabilidad creciente, aumentando la posibilidad de que las abejas contraigan enfermedades causadas por agentes secundarios, como el virus israelí de la parálisis aguda, provocando la desaparición final de la colonia.”

Pese a que el consumo de miel en la Argentina es limitado (sólo 150 gr. por persona por año) y el 95% se exporta, “la miel es un energético y endulzante que no engorda, además de tener enzimas y vitaminas esenciales. Pero, como no hay cultura apícola, porque es una actividad poco difundida, no hay conocimiento sobre sus beneficios”, cuenta el secretario de SADA.

Una frase atribuida popularmente a Albert Einstein afirma: “Si la abeja desapareciera de la Tierra, al hombre sólo le quedarían cuatro años de vida: sin abejas no hay polinización, ni hierba, ni animales, ni hombres.” Por eso llegó la hora de preocuparnos.

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