Dio su clase de historia. Comenzó por Perón, habló de revoluciones, transpiró, gritó, se agotó entre alumnos desinteresados, alumnas coquetas, y ella. Ella que lo observaba detrás del vidrio crispado, había quedado inmovilizada antes de entrar, y no podía mover un solo músculo.
Fue hasta la pizarra central, dio vuelta y quedó pasmado frente a ella, frente al vidrio crispado. Retomó fuerzas y continuó, esta vez más calmado por fuera, más nervioso por dentro. Se cansó un poco de hablar, su garganta ya le dolía y estaba seca. Tomó de su mochila un video, en silencio lo puso en la videograbadora, y se sentó apagando las luces.
El aula quedó vacía de ruidos, era bueno para elegir películas, El color púrpura era esta vez su decisión. Acertada, ya que la jauría alocada de alumnos se encontraba en silencio de hospital.
Se sentó detrás de dos muchachas que eran las únicas que de vez en cuando susurraban cosas. Ellas le querían hacerle creer que hablaban de la película, él no era ningún tonto.
Las piernas temblaban cada vez más, una bola de engrudo paseaba por el estómago, de derecha a izquierda, golpeando contra las paredes. Comenzaba a transpirar y casi ni veía a través del vidrio crispado, se sentó ya descompuesta, se paró y fue hasta el baño que quedaba en diagonal, no pensaba perderlo de vista, no una vez más....
Vomitó todo lo que quedaba de ella después del cólera veraniego. Se limpió la cara rápidamente y salió del baño respirando profundo. Seguía nublada su cabeza, su vista y su cuerpo, no podía caminar muy bien, así que nuevamente se sentó en un banco de escuela.
Él estaba ya juntando sus bártulos, se los colgó al hombro, levantó la mirada bruscamente y la vio, sentadita como si fuera una nena de cinco, con la mirada perdida en su blusa y la carita cándida que tanto la caracterizó siempre.
Se le abalanzó, la abrazó y besó su cuello blanquito y asustado. Ella sintió su barba un poco crecida, y pudo volver a respirar, su alma había vuelto a su cuerpo y de a poco se iba acomodando a la idea de tenerlo cerca, justito al lado.
- Estuve sentado detrás de tus amigas, hablaron cosas maravillosas de ti.
- Me siento mal ... vomité.
- Chiquita mía, me dijeron que estabas con fiebre, sí.
- Me siento muy mal, vamos a casa...
El la tomó despacito del brazo, como si fuera una diminuta especie en extinción, le dio nuevamente un beso en su cuello, y contesto con la voz más dulce de la historia contada: Vamos rinconcito.
Desperté sobresaltada, fue todo tan real.... venía bien pero ya hasta tocás lo único mio y privado que estaba sano de ti.
Irrespetuoso.
29 de abril de 2008
Personal
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