10 de abril de 2008

No podía, no habían... pero estaban.

Y nuevamente se erizó la piel, nuevamente mis manos transpiraron y mi alma se quedó sin una gotita de aire.

La cabeza apoyada en el vidrio y golpeando de tanto en tanto, de pozo en pozo, la frente. Dura, sin movimientos visibles, desconcentrada, demasiado concentrada en algo y en nada.

No se encuentran palabras para definirlo, así que no voy a tratar de que se entienda nada de lo que pongo, podría, también, no poner nada, pero necesito hacerlo, ¿por qué? No lo sé, así que seguimos en la misma línea de incongruencia.
Decía que nada tiene mucho sentido en realidad, ni nosotros, ni lo que escribimos, ni el mundo. El mundo nunca tuvo sentido, hete aquí el nacimiento de los grandes filósofos, pero me estaría yendo un poco de la línea que trato de transitar, sin saber muy bien cuál es, pero trato.
Había algo, indudablemente ahí había algo.

De un lado al otro, de pared a pared, hablando sin parar, moviendo las manos como queriendo salir a volar para algún lado, y no. Ese cuarto no tenía lugar.

Y el corazón que no paraba de gritar en el silencio de las voces del pasillo, y ellos que no paraban de amarse, durante quince minutos los ojos se llenaron de ilusiones, de latidos, de manos, de besos, de labios, y ellos que no paraban de quererse. Cada uno con plástico en la manita, y fingiendo que era carne.

Pensando cómo, poro por porito, se iban a desgarrar en la calle, en el baño, en el bar. EL había prometido no besarla, sólo eran un par de cervezas y algunas charlas pendientes, el lo había jurado, él no quería quererla, ella no quería no besarlo.

Ahí estaban los dos, sentaditos frente a frente, como alguna vez lo soñaron, sólo que en este lugar no había mariposas, nieve, ni mucho menos. Había mesas de madera y un tango feroz atrás, seduciéndolos de a poco, atrapándolos en cada palabra, en cada movimiento de labios.

No quería, pero no podía aguantar imaginarla desnuda, suya sólo una noche, entre las cervezas que se iban acabando como la luna.

Pero no, había horas, minutos y segundos que superar, había trenes, aviones, taxis que tomar, había todo eso, faltaba todo lo demás.



Entonces así se quedaron, con el plástico en la mano imaginando que era carne.

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